Lo recuerdo como si fuese ayer, un día bastante cargado de emociones y sentimientos, pero mejor vayamos desde principio. La noche anterior, era incapaz de dormir, debido al calor y los nervios de lo que me esperaba al día siguiente, era una forma de decir que estaba eufórica por lo que iba a ocurrir. Tardé bastante tiempo en poder dormir, pero eso sí, dormí con Bon Jovi en mis oídos y con una sonrisa que no me cabía en la cara.
A la mañana siguiente no podía creer que fuera cierto, tantos meses esperando, tantas canciones en mis oídos, pero ya iba siendo hora de decirme a mí misma: “¡Ana, admíteto ya, CREETELO, hoy vas a ver a tus ídolos, al grupo que te despierta miles de sensaciones, ese grupo de cuatro integrantes que tanto te han dado sin que te conozcan, así que, ESTE DÍA NUNCA LO VAS A PODER OLVIDAR PORQUE VA A SER PER-FEC-TO!” Así que estuve toda la mañana escuchando Bon Jovi (para variar), emocionándome cada vez que veía por enésima vez uno de los conciertos de su gira, en Cleveland, sobretodo en la parte en la que Jon, con una camisa roja y un clavel, cantaba a capella Bed of Roses, tirándole besos al público. Ya se estaba acercando la hora de preparar las cosas, la ropa que tendría que llevarme y todo lo demás. Antes de vestirme, mi madre me preparó la comida para que comiera antes de marcharme. Temblando estaba cuando empecé a comer. Me puse la camiseta negra de Bon Jovi, con unos shorts y las converses rojas.
Ya preparada con la mochila al hombro, mis padres decidieron acompañarme al coche de los tíos de Luna, una amiga que siempre le estaré agradecida, porque gracias a ella cumplí mi sueño, bueno, gracias a ella y a sus tíos. Entre ellos, también estaba Nerea, mi Soul sister, ¿Qué más podía pedir? Algo dentro de mí me decía que todo iba a ser mágico y perfecto. De camino a Madrid estuvimos conociendo a los tíos de Luna, con la radio puesta y muchas sonrisas. A la hora y media se hizo el silencio, y en ese momento dije: “¡BON JOVIIIII!” Habían puesto ‘Because we can’ en la radio y todos nos pusimos a cantar y a alzar los brazos hacia el techo, todos llegaban menos yo.
Llegamos sobre las 18:30, quedaban 3 horas y media para que empezara y yo ya no podía parar de estarme quieta. Entramos en el piso, dejamos las cosas, y lo acomodamos todo. Antes de irnos, no podíamos olvidar el monedero, la cámara, la cabeza, pero sobretodo, las entradas. Salimos de allí, fuimos para el centro, y de repente, todos iban hacia unas escaleras que iban bajo tierra, EL METRO. Era la primera vez que iba a montarme en uno de ellos, pero no iba a ser una vez, sino más de una aquel día. Cambiamos de metro alrededor de unas 4 veces, gente en cada rincón del metro, pero lo que más me llamaba la atención era la cantidad de personas, de todas las edades, que llevaban camisetas de Bon Jovi, de todos los tipos y letras, dedicadas y de sus primeros y últimos discos. Ese ambiente me llegó al corazón, el hecho de saber que había más personas que amaban esta banda tanto como yo era demasiado emotivo para mí.
Cuando subimos a la superficie, el ambiente era el triple, las calles estaban llenas de mucha más gente rockera y con ganas de darlo todo en pocas horas. De camino al Estadio, íbamos comiendo bocadillos para tener el estómago lleno, pero yo no paraba de reírme y de temblar conforme nos íbamos acercando al sitio. Hubo un momento bastante épico, Nerea y yo íbamos detrás de un hombre con una camiseta de Bon Jovi, hablé sin querer en alto, el hombre se giró, vio mi camiseta y me hizo el gesto heavy y rockero con una sonrisa.
Ya en los exteriores del Vicente Calderón podía observarse una gran
cantidad de puestos de trabajo, donde vendían miles de cosas, camisetas,
accesorios, comida, bebidas, y mucho más. Esto que hizo mi banda del alma fue
ÚNICO. El dar un concierto a precio amigo, para que pudieran ir todos los fans,
disfrutaran y dejaran de pensar un ratito en la crisis que nos consumía es un
gesto demasiado precioso. Ya a las 21:15, entramos al interior del Estadio,
subiendo las escaleras como una loca, hasta que al final del trayecto, ya
estábamos en el campo, el césped no estaba, pero en cambio había un gran
escenario, con un parachoques azul claro metalizado del coche de uno de sus
éxitos como decorado, en el centro se podía leer BON JOVI. Ya no podía
controlar mi felicidad, porque ya estaba allí, y no era el continuo sueño que
tantas noches me visitaba cuando dormía. Subimos las escaleras hasta llegar a
nuestros asientos y pude comprobar que en todos y cada uno de ellos había una
cartulina de varios colores, rojo, amarillo, negro, y los nuestros eran de
color blanco, ¿sabéis para que eran? Para hacer un mosaico a lo grande del
escudo de la banda con la palabra “GRACIAS” en ella, como muestra de agradecimiento
por todo lo que hicieron por nosotros, de parte de sus fans.
Nos avisaron de que a la segunda canción todos teníamos que levantarnos y alzar las cartulinas, y así fue, pero no voy a adelantar acontecimientos. Quedaban 15 minutos para que comenzara y ya estaba todo el Estadio a rebosar de gente y el ambiente era bestial. Mientras tanto, estuvieron tocando como teloneros un grupo español, el cuál no hice mucho caso porque ya no podía aguantar más. No paraba de morderme las uñas ni de patalear, estaba cada dos por tres moviéndome de mi sitio e intentando calmar los nervios, era inútil.
Nos avisaron de que a la segunda canción todos teníamos que levantarnos y alzar las cartulinas, y así fue, pero no voy a adelantar acontecimientos. Quedaban 15 minutos para que comenzara y ya estaba todo el Estadio a rebosar de gente y el ambiente era bestial. Mientras tanto, estuvieron tocando como teloneros un grupo español, el cuál no hice mucho caso porque ya no podía aguantar más. No paraba de morderme las uñas ni de patalear, estaba cada dos por tres moviéndome de mi sitio e intentando calmar los nervios, era inútil.
Ya era el momento, quedaban escasos minutos y ya estaban las luces
apagadas, todavía se podía observar algunos rayos del atardecer, la gente
ansiosa por verlos ya encima del tapiz, ¿y yo? Intentando que no me diera un
infarto al corazón.
Aparecieron unas imágenes en las pantallas y en el escenario de todos
ellos, un recopilatorio breve de sus conciertos al compás del sonido de la
batería para dar más énfasis y tensión que terminó al comenzar a sonar los
primeros acordes de “That’s what the water made me” y acto seguido se
encendieron las luces del escenario. Allí estaban, EN EL ESCENARIO, aunque estuviera
lejos de ellos podía ver sus caras y sonrisas por las pantallas; excasos
segundos después las pantallas se funden en negro y de repente… APARECE JON CON
SU GUITARRA NEGRA BRILLANTE Y SU ENORME SONRISA.
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